LA RELACIÓN ENTRE ESTÉTICA Y POLÍTICA EN JACQUES RANCIÈRE
Paula Verónica García Anaya
Capítulo 1. Romper con lo político.
1.1. Aristóteles y la construcción de la política.
1.2. Marx: la experiencia política.
1.3. Althusser y la historia sin sujeto.
Las circunstancias económicas, políticas y sociales en las que se encuentra una persona o un grupo social determinan las configuraciones relacionales que éstas establecen con su entorno. Hoy día, nos encontramos con gran facilidad frente al tema de la violencia, la inseguridad y la injusticia, los cuales, no son sólo temas de los que podamos tratar, sino que representan el modo de vida predominante de la sociedad actual.
Sin duda, durante estos últimos años en México, la sociedad ha sufrido una fractura debido a las grandes diferencias económicas y políticas; las clases sociales cada vez se alejan un extremo del otro y, con ello, vemos acrecentarse el régimen neoliberal y la desigualdad. Sin embargo –y esto es lo que constituye lo peor de la situación ̶ , el hecho de que vivamos tan cercanos a un acto de agresión no ha tenido el impacto suficiente para que se comiencen a cuestionar y a reaccionar, de la manera más seria y urgente posible, los acontecimientos que nos vienen sucediendo.
Pero, ¿cuál es el problema? El problema es que en la actualidad hace falta re-plantear y re-pensar cuáles son las nuevas formas de política dominantes que atraviesan, no solamente el plano al que comúnmente se le conoce como “político”, es decir, el ámbito entre lucha de partidos y la imposición, sino que va más allá de ese régimen de superficialidad. Las nuevas formas de política, según Rancière, atraviesan la actividad que reconfigura los marcos sensibles de la sociedad; traspasan, por así decirlo, aquello que se conoce como “vida”.
El pensamiento que el filósofo francés Jacques Rancière desarrolla en sus escritos sobre política puede resultar confuso, ya que algunas de las nociones que articulan el discurso parecen sustentar todo el edificio de la filosofía política contemporánea; pero, al mismo tiempo, la forma y construcción de éste plantean un cuestionamiento a la significación misma de la política, de su estructura ya dada y, con ello, de las configuraciones de la experiencia. Esta re-configuración de la política no surge para realizar una simple crítica a los discursos dominantes, sino que es un nuevo modo de comprensión que posibilita otras aperturas de sentido que hagan visibles los territorios “sin lugar”.
Para llevar a cabo esta nueva elaboración de la política es necesario buscar y re-plantear las nociones, hoy estabilizadas, que nos permiten poner en crisis el escenario fundacional que determina que “el hombre es un animal político”: “De todo esto es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social (político), y que el insocial por naturaleza y no por azar es un ser inferior o un ser superior al hombre.”[1]
La afirmación de Aristóteles, más que señalar una característica de lo político, parece asumir el carácter ontológico del hombre, el cual señala que pertenecer a la pólis es condición natural del hombre.
Para Aristóteles, la pólis es la ciudad como comunidad, y toda comunidad está constituida en la participación de los hombres en sociedad con miras al bienestar. La conformación de la comunidad no se basa simplemente en un lazo familiar, sino en la creación, ya sea como creencia, ya sea como ficción de un bien común.
[1]
Aristóteles. Política, 1253a.
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