miércoles, 2 de mayo de 2012

Párrafos sobre el Tractatus. Genoveva Castillo


Un saludo a todos. Con la novedad de que por fin salieron mis párrafos, los dejo aquí a su consideración y comentarios que agradeceré.

Wittgenstein. La clausura de la metafísica y sus consecuencias.
II. Filosofía del lenguaje
A.    Ciencia y lógica, únicas posibilidades epistémicas

Vista desde su postura clásica, en tanto que el ser está escindido en fenómeno y noúmeno (en jerga kantiana), la filosofía nos procura el conocimiento de la realidad a partir de dos disciplinas: la epistemología que se ocupa del mundo fenoménico o lo que se aparece, y la metafísica que se encarga de lo que no se ve y, sin embargo, se intuye. Pero eso que la tradición ha llamado lo real o lo que es en sí, es inaccesible para el entendimiento humano, lo cual culmina en la imposibilidad del ámbito metafísico como conocimiento, no obstante,   el mundo fenoménico sí es cognoscible y es ahí donde el quehacer filosófico tiene lugar.
El conocimiento que pueden lograr los hombres es sobre el mundo y éste es todo lo que es el caso[1], afirmación que no implica un mero cúmulo de cosas sino la complejidad de conexiones que establecen los objetos unos con otros, así pues, las cosas son lo que son por su relación con lo demás y el mundo es la totalidad de lo que acontece, hechos en el espacio lógico. Para la mejor comprensión de ésta tesis es necesario no perder de vista lo que a ella subyace, la acepción del conocimiento como correspondencia entre objeto de conocimiento y pensamiento, de modo que el espacio lógico es una creación del hombre constituida por las ideas que representan al mundo. Lo que apunta Wittgenstein es que los objetos poseen una naturaleza expresable mediante proposiciones, lo que se aparece es susceptible de ser aprehendido por el entendimiento, nada se escapa, lo que se puede decir puede ser pensando, y lo que es pensado se puede conocer. Cuando nos acercamos a la naturaleza para conocerla, nada está vedado, el mundo es lo que hay.
Si el mundo es lo que hay y el espacio lógico el lugar de todos los mundos posibles, en él, como en la naturaleza, nada es causal. Dice Wittgenstein en el parágrafo 2.012, “Si la cosa puede ocurrir en el estado de cosas, la posibilidad del estado de cosas tiene que venir ya prejuzgada en la cosa”[2]. Nada puede ser ilógico o irracional, los objetos poseen una naturaleza o forma dada, según la cual, el objeto es delimitado en su ser, predeterminado a ser no cualquier cosa o disparate sino lo que es. La necesidad de reciprocidad entre el objeto y su representación se da porque los objetosson la sustancia del mundo […] si el mundo no tuviera sustancia alguna, el que una proposición tuviera sentido dependería de que otra proposición fuera verdadera”[3]. Sin mundo sensible que impacte a los sentidos e incite al pensamiento no hay cómo ni por qué crear una imagen del mundo.
En lo anterior podemos notar que el intermediario epistemológico entre lenguaje y mundo es la figura, una representación de los hechos del mundo pero en el espacio lógico, un modelo de la realidad cuyo conocimiento equivale al del mundo mismo. Se conoce al mundo en su expresión en el lenguaje.
Sin embargo, hay figuras que no se dan de hecho, no tienen actualización en el mundo, se muestran no solo absurdas sino ilógicas para el entendimiento humano; pero la posibilidad de que ciertas figuras puedan ser pensadas no implica necesariamente su existencia en el mundo aunque sí como formas lógicas. Si una figura no encuentra su referente, es falsa pero no ilógica. No es posible pensar ilógicamente, el pensamiento tendría que ser ilógico. “Podemos sin duda representar un estado de cosas que vaya contra las leyes de la física, pero no uno que vaya contra las de la geometría”[4].


[1] Wittgenstein, L. Tractatus  Logico-philosophicus, p. 15
[2] Ibíd., p. 17
[3] Ibídem.
[4] Ibíd., p. 29

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